Aquel día, esta humilde servidora se encontraba ahí, inmersa en una apabullante inmensidad sonora, en un caos ruidoso ultra difícil de digerir: rugidos, motores, voces, silbatos y en el viento un sonido que no le pertenece de forma natural. Se encontraba envuelta por las conversaciones fáticas de esta tremebunda ciudad y un calor marca infierno. Ese diálogo urbano, que cristaliza un acontecer funesto desde el asfalto humeante, le violentaba la piel, los decibeles irrumpían en oleadas de estruendos. Ese ruido tiene esa virtud: es palpable y quema, acaricia, apendeja, desdeña el extrañamiento y no perdona que se le ignore, lo deglute a uno y lo termina por sofocar.

Entre sudores y ansiedades ahí estaba yo, acorazada como tortuga en su concha implorando por un minuto de serenidad: paz para la avenida Reforma y un momento de brisa marina. Imposible que mi plegaria fuera escuchada. Como dirían los gringos: “Focus on your happy place and go there”. Ahí evoqué la imagen de una excéntrica práctica: un cierto camarada citadino robó un poco de arena de la playa, y los sábados, en su azotea, “desvestido” en bañador floreado, frota manos y pies contra esa arena contenida en una palangana, en tanto, con los ojos bien cerrados repite hasta el convencimiento la frase: “Estoy en la playa, estoy en la playa, estoy en la playa, estoy en la playa…” así, tal cual; una envidiable fantasía que sin duda rebasa honrosamente mi propuesta para acreditar socialmente el uso del bañador y la chancla en la Ciudad de México.

Yo requería de un despliegue de creatividad tal como ese para evadir el inminente colapso nervioso ante ese paisaje desconcertador. Entonces sucedió, Jonny Greenwood llegó a mí. Él curó un disco para escucharse en bermuda y bikini, o por lo menos para escucharse mientras el ardor citadino nos somete en la añoranza de una chela, hamaca y arena fresquecita a la sombra de una “palmera borracha de sol”.

Desmond Dekker & The Aces - Beautiful and Dangerous


De modo que en ese momento de extrema desesperación, Greenwood y yo estábamos justo donde debíamos estar, porque es bastante obvio que hay una relación orgánica entre el sonido de la playa, y el del Reggae y el Dub. Además, en esa ritualidad de trance que se experimenta en el acto de escucharlos, hay un idilio con las ganas que transportan virtualmente al confort: algo similar a la hipótesis del Paso Sabroso sobre la experiencia de mear pacheco, sencillamente se siente muy chingón.

En fin, a Jonny Greenwood lo conocemos por ser un guitarrista habilidoso y una ficha estratégica para la música de Radiohead; yo personalmente lo recuerdo con especial cariño por ser una de las figuras estelares del imaginario musical del Rul, mi querido Rul (a quien le prometí esta entrega). Ese es él, el mismo que compiló sus canciones favoritas y las lanzó como álbum para el placer de sus fanáticos y los de la disquera británica Trojan en su 40 aniversario.

Linval Thompson - Dread are the controller


A manera de confesión admito que no soy, ni cercanamente, una devota de estos géneros, pero esto es una auténtica joya para atesorar. Valga la curiosidad por las trayectorias degustativas de un músico impecable; aquellos éxitos de ayer y hoy que fertilizan, cual espermas, una cabeza de radio en amarillo, verde y rojo. Por lo pronto, escucharlo, ahí donde yo estaba, fue como enfrentarme a una gran ola de la que no se espera menos que un buen revolcón. Deviene deseo de llevarse arena en el short como souvenir.

Junior Byles - Fever


¡La ola, la ola! ¡Una! ¡Dos! ¡Treeeeees!



These icons link to social bookmarking sites where readers can share and discover new web pages.
  • Digg
  • Sphinn
  • del.icio.us
  • Facebook
  • Mixx
  • Google
  • Furl
  • Reddit
  • Spurl
  • StumbleUpon
  • Technorati