Bastan algunos “budibudi budibudi bop budibudibidop´s” entre silbidos, tintineos ligeros, voces gospel, un poco de charleston, jazz y un suave scratch para aguzar el oído y situarse frente a la vieja consola de la abuela que con trabajos sintonizaba el AM. No, Kormac no pasa desapercibido, es el anfitrión de la agencia de viajes que te lleva en el tiempo sin moverte del asiento, con escalas pero eso sí, en primera clase.

Toparse con él a través de alguna bocina hace inevitable mover la cabeza y los pies, sincronizados con aquellos ritmos de los 20´s, 30´s y 40´s que en conjunto, sugieren aquella triunfal entrada por el túnel que anunciaba las Merry Melodies y sus maravillosos dibujos animados en sucesivos trayectos del blanco y negro al Technicolor y luego de regreso.

Ser escucha de este dublinés es lo más cercano a acudir a un salón de baile de algún episodio de las memorables Fantasías animadas de ayer y hoy en el que muchas parejas engalanadas (con todo y plumas, claveles, vestidos de noche, sombreros y zapatos de charol) bailan al unísono mientras el pianista desgarbado que solía fumar aquél gigantesco puro cede su lugar a un DJ.

Sólo 4 tracks y su Good Lord ya es un eco garantizado en la cabeza. Apenas ha terminado el último segundo y ya se plantea, casi en automático, una reproducción infinita de ese encuentro con los acetatos de portadas amarillentas y carcomidas que no precisamente estaban muy vivitos y coleando.




Kormac, Good Lord, Scribble Records/ie, 2008

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