El trabajo tiene muchas cosas buenas. Acaso las dos mejores —para no hablar aquí de la satisfacción inherente a las distintas faenas… pfff— sean la paga y la hora de salida.

En la primera recuerdas tu etapa de ericés, razón por la que buscaste chamba; la segunda es la recreación de la Edad de Oro: interminables tardes después de clase tomando chela en las proximidades o bebiendo mal y pésimo café mientras pasaban chicas frente al Ateneo (recinto ubicado en cualquier sitio donde decidieran sentarse el Paso Sabroso y el Milton Malone, destinado a la reflexión y el análisis humanístico y que ganó reputación por sus estudios sobre las señoritas y por su extenso catálogo de motes): “Oh, dulces prendas”.

Muchas veces pienso en esos tiempos mientras faltan 10 minutos para salir de la chamba. Y cuando me hube instalado en mi actual empleo, uno de los primeros discos que me pasó el Malone (prohombre y melómano de la vieja escuela) fue este.

No creo que sus propósitos fueran hacerme recordar el Ateneo y la última etapa de los dos solteros en la UAM (cosa que sería un tanto cruel), pero con Malone nunca se sabe. El Ateneo ya perdió fuerza, nos ha separado la chamba y aunque alguna vez nos reunimos a recordar viejas glorias, en algo que se llama el NeoneoAteneo, es evidente que ya valimos madres.

Lo cierto es que J.C. Davis estuvo enterrado varios años en las tiendas de viniles de Ohio hasta que el mismísimo Josh Davis (aka DJ Shadow) editó sus grabaciones y estuvo a cargo de la producción de este disco de Quannum Projects.

El disco transmite nostalgia, pero también se le puede notar la alegría de ver la luz después de tanto encierro. Para mí es una suerte de Yabadabadú después de escuchar la chicharra liberadora.



A New Day (Is Here At Last)- J.C. Davis

Le pico a la música

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