Un artefacto de algún payaso emite una serie de soniditos, en seguida unos más que hacen levantar el telón hasta develar un menudo grupo de malabaristas en escena que se persiguen entre sí sobre monociclos gigantes. La dulce voz de una mujer, los delgados y largos dedos de un hombre acarician las teclas del piano, la delicada integración de la batería y el silencio en seguida da acceso a las fuertes luces. Señoras y señores, esto no es más que el opening ideal para un delicioso show sonoro.

Lonely Drifter Karen es más que tres palabras reunidas para formar una pseudo oración descriptiva sobre cómo va una chica a la deriva en su soledad. Es toda una síntesis de aromas, sabores, texturas, instrumentos conversando, objetos que inesperadamente emiten sonidos, violines enredándose con guitarras, voces confrontándose con ecos mientras los coloridos hilos de una bufanda muestran el rastro de la madeja; Tanja Frinta, Marc Melià Sobrevias y Giorgio Fausto Menossi, nada más y nada menos que un espectáculo de marionetas con una austriaca, un español y un italiano tras bambalinas.



Se despliega poco a poco la madeja interminable de imágenes e imágenes en cada melodía, cada uno de los 13 tracks en un espacio diferente con personajes mudando de piel, adoptando formas o cambiando de color en situaciones extremadamente emotivas. Grass is Singing se aproxima por mucho al soundtrack de la historia de algún ser desmotivado que recobra la sonrisa al internarse en una feria sin actividad aparente que inesperadamente revive sólo para él. Sentado en un caballito de un carrusel o aplaudiendo al domador de leones al que le tiemblan las piernas al percatarse de los peligros que corre, silbando o tronando los dedos al compás que marca el trote de los caballos, mirando a las chicas en hilera bailando can can, escuchando al pasto cantar bañado en lentejuelas, en medio de luces o lejos de ellas.



Un circo, una feria, un cabaret, una banda nómada, eso y quizá aún más. Una vez que alguna pieza se introduce en los oídos, es imposible frenar la sensación de caminar de la mano de la infancia y la adolescencia al mismo tiempo, recorriendo una tienda de dulces con una infinidad de opciones y decidirse por una Crazy Dips, destaparla, humedecerla, agitarla entre aquél polvito casi mágico para finalmente disfrutar de esas explosiones en la boca con los ojos cerrados, en un intento por alargar el efecto.

Lonely Drifter Karen, Grass Is Singing, Crammed Discs, 2008


Cante con el pasto, súbase a los caballitos y destape su paletita aquí

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