I am what I am
And what I am is who I am
[…]
Yet I am just a man still learning how to fall.



Cumplir 25 años es fácil. Lo difícil viene cuando los que te felicitan te dicen: “Ora sí ya estás viejo”; “Tss, ora sí ya valiste Rul…”; “Uhh, el cuarto de siglo ¿qué se siente?” Varía dependiendo cómo lo vea uno. Yo le doy importancia, tal vez porque ahora volteo hacia atrás y me doy cuenta de qué poco o mucho sucede en un abrir y cerrar de ojos.

Hace unos cuatro o cinco años el tiempo pasaba más lento para mí, eso creo. Caminaba del metro Universidad a la Facultad de Ciencias Políticas escuchando música. Aunque para muchos era cansado, a mí me gustaba ese trayecto, reservaba lo mejor de mi reproductor para ese camino. Ocupaba esos minutos para pensar las ideas de los trabajos de la escuela, creo que la mayoría de guiones, historias de cortos, etc., fueron concebidos en esos lapsos.

En una de esas caminatas escuché la melancólica voz de una japonesa acompañada de una guitarra que me atrajo de inmediato. Subía la famosa rampa de Políticas caminando lento… me dejaba llevar por el delicado piano que sonaba.

De pronto, me despierto hoy y la veo recostada del lado, respirando lento, perdida en algun sueño. Platico con los suaves silencios que otorga la “independencia”; toco la guitarra en el sillón donde pegan los rayos del sol; veo la Enredadera con sus largos y bellos tallos; y de vez en cuando escucho la voz aguda de uno de los gemelos de “la peliroja” desde el estéreo que está encima del huacal. Oigo y no me creo a veces.



Hoy, Blonde Redhead ya es conocido por más, muchos más. Y pienso: “Tan sólo han pasado unos cinco años…” Sí, tan sólo un lustro y sigo siendo tan igual que antes pero con diferencias abismales. Escuchar Falling Man me enmudece como lo ha hecho siempre; me recuerda las preguntas que me hacía a mis 21 y me avienta otras tantas para recordarme aquéllas que no tienen respuesta.

Escuchar el Missery is a Butterfly en vivo me toca con el índice al hombro y me sususurra la letra de cada canción sin que me de cuenta de dónde viene. Oírlo me recuerda a mi padre cruzando la pierna mientras hojea el periódico; a mí tocando por horas encerrado en mi cuarto, a la risa incontenible al lado de mi hermana, a mis pasos tímidos…

Un disco para quitarnos los calcetines, tumbarnos en la alfombra, y quedarnos quietos.

Total, ¿qué tantos son 25 no?


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