Como fuegos fatuos las cervezas van cayendo, cada que el viento del amanecer las tumba, una a una, mientras dos cuerpos se reconocen riendo ante la extraña escena.

El muelle nostálgico se va desgastando como el glucógeno de los músculos y las guitarras eléctricas jadean en un carnaval de deseo. Las percusiones boca abajo y la voz quejido tenue de Caetano Veloso emergen en bandada de sexo brujo, inmenso cantor maresia. Samba en la lapa yo imagino y bebo de la poza y desde mi bahía él bambolea en ondas, ondas, ondas bundas.

Un dios, un bicho, un hombre, todos recostados en la misma cama, somos, soñamos y nos jubilamos ante un lienzo en blanco. Yo soy, yo soy yo, digo, cuando el foco del techo más alto carcajea. Lu-ego mató, penetró, jodió. Perdimos, resplandecimos.

Zii e zie es una lágrima dubitativa.

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