Desde que esta hormiga es pequeña, gusta de elementos sonoros para quedarse dormida. Cuenta mi memoria auxiliar (o sea mi madre) que al mes de nacida, y hasta ya entrado el año y cacho, mi infalible táctica auto-arrullante consistía en emitir incansablemente una diversidad de sonidos mientras me dormía. Desde entonces obscuridad y sonido constituyen una combinación peligrosa si se me quiere mantener despierta, eso lo saben todas las personas que han intentado ver una película en la comodidad de un sillón conmigo como acompañante.

Pero equis, hace como un año me encontraba en Cuernavaca. Mi familia tiene la terrible costumbre de dormirse temprano, y yo tengo una incompatible obsesión por el desvelo, pero no conforme con eso, me da miedo quedarme sola por las noches en la sala de mi abuela. Ni hablar, cada que voy a Cuernavaca me toca irme a la cama temprano y aguantar el insomnio a como dé lugar, cosa que me ha permitido desarrollar creativas estrategias para quedarme dormida sin ahorcarme con los audífonos de mi querido reproductor -sobrevaluado por tener dibujada una famosa manzana- pero esa es harina de otro costal.

Así que ahí estaba yo, perdida en la penumbrosa obscuridad con ganas de fiesta en solitario. Play al reproductor: Offend Maggie de Deerhoof. Oh Deerhoof: infancia, arrullos, diversión. ¿Por qué no? Offend Maggie, no es el mejor de sus discos pero es melódico, tranquilo y cumplidor. Esa fue mi elección, según yo, era perfecto para dormir.

Todo bien con mi plan nocturno, acomodé la almohada, cerré mis ojos, y me dejé llevar hasta donde las guitarras, la voz y esas melodías inocentes se apoderaran de mí. Habían transcurrido escasos treinta minutos desde que comencé la empresa y yo ya estaba en el quinto sueño. Pero Deerhoof me tenía un pequeño regalo.

Ya el músculo estaba completamente relajado y había dejado atrás cualquier indicio de estado de alerta cuando el volumen súbitamente cambió de intensidad, el estado somnoliento en el que me encontraba me hizo la jugarreta de obligarme a percibir exageradamente un conjunto de tremendas disonancias que al unísono emergieron junto con ruidos electrónicos, filosos, penetrantes e inesperados y con una voz absolutamente inasequible y grave. Aquello derivó en el palpitar intenso de un corazón apendejado como el mío en ese momento.

[Inserte aquí cualquier reacción predecible para el caso]

Así es, usted está pensando bien, si no grité fue por pura suerte, porque del brinco violento no fue posible salvarme. ¡A-pa-sus-ti-to! Como pude, y en cuestión de segundos iluminé temblorosamente la pantalla del ipod con el objetivo de entender qué chingados había pasado. Han de saber que, a la fecha, no sé qué me dio más miedo, si el sonido o lo que fui a encontrar en la pantalla del reproductor:






BAN-DO-TA


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